Había una vez un municipio perdido
en una de las regiones que componían una república del mar Caribe. Ese país que
siempre se la “untao” de moderno le cambio los nombres a los funcionarios de
Secretario de Estado a Ministro, porque así suena “mas mejor”. En esa parte de
el país mencionado había nacido, según dicen, el presidente de la república.
Si bien es cierto que por ese lado
no conocían el conflet, aparecía por todo los lados el “mangú de plátano”, el
chen-chen, el maní saladito, el gofio de maíz, el arroz con leche y la arepa
con sal, cosas que para sus desgracias no tienen otros países.
Pues, aunque ustedes no lo crean se
jugaba baloncesto. Incluso realizaban sus torneos superior. A falta de pan
cazabe, esos torneos de baloncesto eran, deportivamente hablando, el único entretenimiento
de esa provincia sureña, cuna del presidente de turno.
Como es costumbre, esos torneos
cuentan con el respaldo económico del estado. Con contarle que el ultimo que se
realizo en esa provincia le fue entregada la suma de dos millones de pesos. Y conste,
que el presidente no era de esos rincones, sino de un barrio de la capital del país.
Se cuenta que, temprano en la mañana
mientras un grupo de jugadores y el presidente de su asociación se dirigían a
otra parte del país, se encontraron comiendo “mondongo” al ministro de deportes
a quien abordaron de inmediato para ver si, siendo el presidente nacido en esa
provincia en ve de dos milloncitos, le entregaban, por no decir demasiado el
doble de esa cantidad.
El ministro de deportes que al
parecer no había dormido muy bien, o el
mondongo que comia estaba muy picante, al ver los deportistas que se le
acercaban le comenzó a salir por los oídos y la nariz el vapor acuoso de lo que
estaba comiendo.
El ministro –que
quieren.
El dirigente –queremos hablar con usted, señor ministro
sobre el torneo superior.
El ministro -Ya me dañaron el dia, carajo.
El
dirigente deportivo puso los ojos como dos platos de aluminio, sin salir del
asombro que le provoco “la cordial” bienvenida del ministro de deportes.
El dirigente -perdone, usted ministro, pero es que
queremos saber cuánto “curtos” nos va a dar ahora.
El
Ministro de Deportes, poniéndose, según dicen, los dedos en la sien derecha,
como si fuese la famosa escultura del PENSADOR, dijo escuetamente:
Ministro -Le puedo dar doscientos cincuent…., no, doscientos
mil pesos, y creo que eso es mucho.
Cuentan
los que allí estaban, que los dirigentes deportivos y jugadores salieron del
lugar lleno de asombro y de vergüenza.
Y el presidente de la república nació,
se desarrollo y se crio por ahí..
Cualquier
parecido con un hecho reciente es pura coincidencia.
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